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CINCO


¿Cuan apretado?

yo podría apretarte hasta que mi aire  vuele con el tuyo

una nube sola en tránsito por el mundo

podría estrujarte hasta que mis huesos

sean tu leviatán nadando la Vía Láctea

o hasta que tus ojos moros

tracen las figuras de mis sesos

 

Otro hombre quizá

uno que habitara este mismo cuero

con las mismas manos

y el mismo pelo

Otro dentro de mi

uno que bailara con tus pasos gráciles

que creyera en esa magia del universo

otro hombre dentro del mismo cuerpo

con otras poesías dentro de los sesos.

Uno de madera húmeda y humo en el cielo

de cucao y brincos sobre los cerros.

En otras mares y distinto viento

una lancha de papel surque

oleajes de satín y suave género.

Otro ahora dentro del hombre nuevo

con distintos versos y amores viejos.

Atrás ahora en otras lejanas costas

lo indeciso y el desamor del miedo.

Albatros y olas de algodón sobre rocas

nuestras manos sobre el timón

y la quilla surcando océanos de sueños.

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Los charcos que dejó la lluvia.

  Caminaban por Avenida Providencia esa tarde de invierno, la ciudad parecía más lenta que de costumbre, como deshabitada respirando una humedad de nubes bajas y brisa lenta. Pasaron junto al carrito de las frutas con las naranjas y las paltas y las manzanas rojas que brillaban como besos enamorados. El viejo del carro les observó de arriba abajo, con ese ademán de quienes intentan sumarse a un grupo que parece infinito. −          Yo también te habría mirado descaradamente, eres preciosa. Le dijo Rodolfo a Andrea con el tono grave que colocaba cuando le coqueteaba. −          Lo dices porque me amas. Respondió ella, haciéndose maña para darle un beso sin dejar de caminar. Él detuvo el paso mientras tocaba con su dedo meñique el dorso de la mano de ella, sugiriéndole con el fino gesto que detuviera el andar; entonces se quedaron quietos en el medio de la ciudad y se abrazaron con el fuego de la ...