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DE LA MEMORIA Y EL PODER CONSTITUYENTE


DE LA MEMORIA Y EL PODER CONSTITUYENTE

La conmemoración de las fechas, de los triunfos populares, es una necesidad casi biológica, una necesidad del sistema social que da cuerpo a ese inmenso ser llamado pueblo.

Lamentablemente, el intenso control social, político, mediático y económico que ejercen los medios de comunicación en este país, y sobre otros pueblos oprimidos que forman parte del llamado mundo subdesarrollado, ha intentado arrebatarnos nuestros símbolos. Sólo han querido dejarnos la bandera y el escudo, como si esas imágenes pudieran disociarse del espíritu emanado desde las poblaciones, los campos o las caletas pesqueras. Somos testigos entonces, de las acciones coordinadas y metódicas de los poderosos capitales que controlan los gobiernos de los países del mundo para que los trabajadores y trabajadoras pierdan la memoria, para que dentro de nuestro acerbo cultural de clase no existan imágenes que nos comprueben que la lucha coordinada de los actores sociales es capaz de transformar esta sociedad injusta, opresora y poco fraterna.

Este control sistémico puede llegar a ser desarticulado, sólo mediante el análisis dialéctico de la historia y de los procesos sociales; esto significa que debemos de ser capaces de comprender cuál es la base de las contradicciones que operan dentro de nuestras sociedades y desde allí proponer formas de lucha coordinada y amplia que agrupen la mayor cantidad de fuerzas sociales posibles en pos de un objetivo común como es la felicidad de las personas.

Arduas son las tareas entonces a las que debemos abocarnos como entes conscientes y constructores de nuestras sociedades. Comprendiendo siempre que ninguna forma de participación ni herramienta de lucha está vedada al transitar esa campaña permanente que es la de la dignidad y la autodeterminación social.

Debemos analizar y comprender cuáles son las condiciones que gobiernan nuestro país. Chile tiene sus propias y particulares realidades sociales producto de las formas productivas agrarias que han dominado desde la época de la colonia –en este punto sólo recordar que Chile ha tenido breves momentos en su historia donde sus gobiernos han apostado por un proceso de industrialización, uno de ellos y quizá el más ambicioso y generoso el catapultado con el triunfo de la Unidad Popular- considerar la multiculturalidad y multinacionalidad de los pueblos que habitan este territorio patrio, la configuración de sus ecosistemas y la correlación de fuerzas y alianzas que terminan por constituir la trama política de nuestro sistema republicano.

En términos políticos, podríamos considerar que hemos transitado desde un régimen colonial a uno neocolonial, de uno de producción agraria basada en la acumulación de tierras a uno de extracción de recursos naturales concentrado en compañías trasnacionales. Esta condición actual, en la que nuestra república basa su generación de riquezas, produce una acumulación sostenida de divisas en las cuentas de poderosas familias, en desmedro de la condición de vida de las poblaciones, villas, pueblos y ciudades de nuestros territorios y los de Latinoamérica.

Los procesos de emancipación popular y ciudadana, que estimulados por una correlación positiva de fuerzas se vieron potenciados en las décadas de los 50 y 60; se enfrentaron con la sangrienta realidad de la intervención del imperio del norte y las dictaduras militares que sometieron a nuestras repúblicas a tortura, desaparición y muerte. En este doloroso período, nuestro país vio retroceder el relativo avance de los derechos humanos y ciudadanos: se disolvió el senado, se intervino groseramente el poder judicial, se eliminó el derecho a huelga, el derecho a reunión, el derecho a la educación, entre otros; y se privatizó toda empresa que despertaba la ambición de la coadministración civil de los militares de turno en la llamada Junta de Gobierno.

Fue en este oscurísimo período de nuestra historia reciente, que se redactó y promulgó la constitución que sigue vigente hasta nuestros días, una constitución escrita por un puñado de seudointelectuales conservadores y serviles a los poderosos. Este proceso constituyente fraudulento, fue en lo político, liderado por Jaime Guzmán, una de las mentes inteligentes del neoliberalismo latinoamericano. Al respecto, interrogado sobre el proceso, dijo con aire de gran demócrata “Si llegan a gobernar los adversarios, se vean constreñidos a seguir una acción no tan distinta a la que uno mismo anhelaría” Cabe hacerse la pregunta entonces: ¿Por qué si concentraban el poder total se vieron en la necesidad de promulgar una constitución?¿Por qué si tenían el poder económico y el poder militar se dieron a la tarea de establecer esta constitución de fraude?

Ya decíamos, que un pueblo orgulloso no debe abandonar ninguna herramienta para alcanzar su emancipación y soberanía; esta sentencia es conocida y asumida por las elites poderosas, ellos saben que aunque concentren el poder económico y militar, y que por momentos concentren también el poder político, el pueblo tiene memoria y es esta memoria la que una vez activada devuelve la intención política a las fuerzas sociales y populares.

No existe entonces, ningún proceso  de cambio profundo de la sociedad, si no se ha dado inicio al proceso político, es en este momento cuando la enorme diversidad de fuerzas se agrupa en un objetivo común, que no es otro que capturar parte del poder que históricamente ha secuestrado el poder económico.

Es importante darnos cuenta que el proceso político necesario para acumular la energía potencial necesaria para dar inicio a la construcción de una república igualitaria, justa y fraterna se enmarca en las líneas trazadas por la constitución. Es este marco general, el que abre los espacios o constriñe hasta hacer colapsar las intenciones obreras, es este marco el que levanta representantes ficticios, como algunos de esos “honorables” que dicen hablar en nombre de la gente y que sólo representan sus particulares intereses, es el marco constitucional el que entrega la base social y productiva desde la que el pueblo construye sus relaciones políticas. Es por esto que una nueva constitución debe emanar desde y por el pueblo soberano. Que sinsentido sería que los mismos fungidos como senadores o diputados gracias a la maquinación antidemocrática que es el sistema binominal, fueran quienes redactaran y propusieran la constitución de nuestra república.

Chile ha dado inicio al proceso constituyente, las fuerzas sociales y populares representadas en movimientos sociales, organizaciones sociales no gubernamentales, partido de clase obrera, movimientos políticos, agrupaciones culturales, agrupaciones y movimientos religiosos y partidos de concepción humanista y progresista han comprendido que será imposible modificar la estructura de injusticia, de no caminar la senda de la unidad programática. El proceso está lanzado, el parto se hace entonces inminente, de nosotros y nosotras depende que el camino no se desvíe, para lo que es imperativo estar vigilantes y participativos.

Porque tenemos la fuerza de la historia, y no hemos perdido la memoria.

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