Frecuentemente imaginamos una isla, ya sea esta de tierra en el centro de la mar o de vegetación rodeada por desierto; por cierto también hay algunas de vegetación en el medio del hielo, o de bacterias en el centro de fumarolas abisales. Como sea, nuestra inteligencia se dispone con relativa facilidad a pensar en espacios aislados asociados a límites geográficos, sean por rugosidad del espacio o distancia, o determinaciones geopolíticas de las que levantan límites aduaneros o de rejas que se hunden en el mar. Esta imagen reductivista del qué hacer social, muy asociada a la visión estado-céntrica extrae de la discusión aspectos fundamentales como son la historia de los subterritorios, la cultura de las personas que los habitan y la economía propia y/o la potencial. Es desde la revolución industrial, que hemos ido convenciéndonos de que el desarrollo de los sistemas económicos depende casi exclusivamente de las iniciativas de los prohombres, que de alguna manera espontánea los b
Espacio para la libre discución de ideas, y el arte de contener el aire bajo el océano.